El día 14, fue aprobada coercitivamente la llamada "resolución de derechos humanos" contra la República Popular Democrática de Corea en el tercer comité de la 74ª sesión de la Asamblea General de la ONU.
Denunciamos categóricamente el hecho considerándolo como imprudente provocación política de las fuerzas hostiles que tratan de eliminar de manera gangsteril el régimen de la RPDC tomándola evidentemente como su blanco.
La aprobación de esa resolución, que se llevó a cabo abusando del cartel de la ONU, demuestra claramente que esta organización se ha convertido de punta a cabo en una marioneta de EE.UU. y su mecanismo de votación.
Como demuestra la historia, los imperialistas recurren a su método rutinario de fabricar el problema de "DDHH" y tomarlo por pretexto de agresión, cada vez que intentan derrocar el Poder de los países desobedientes.
Esa farsa coincide con que en el círculo político de Washington se escucha la chismografía sobre "DDHH" y las escorias humanas, que se fugaron abandonando hasta la tierra natal y los seres consanguíneos, frecuentan libremente a la Casa Blanca, lo cual confirma que EE.UU. está detrás de la campaña anti-RPDC en materia de "DDHH".
A decir verdad, hasta hace unos días, nos esforzábamos por interpretar la recién expuesta voluntad de EE.UU. de regular los ejercicios militares conjuntos con el Sur de Corea como parte del intento positivo de relajar la tensión y dar un chance al diálogo partiendo de la consideración sobre nuestro país, contraparte de conversación.
Pero, a través del presente caso, hemos confirmado de nuevo que EE.UU. no deja todavía su absurdo sueño con derrumbar nuestro régimen.
Tratamos con precaución la otra provocación política anti-RPDC en que ha incurrido EE.UU. en este momento delicado cuando las relaciones bilaterales tienen sus más y sus menos.
La realidad comprueba que EE.UU. se obstina en su política hostil para aislar y atropellar a la RPDC, cautivado de su veto crónico a la idea y régimen de ésta.
En particular, el hecho de que EE.UU. sueña vanamente con derrocar nuestro régimen cuando el diálogo bilateral está sobre el tapete, deja conocer que no tiene ni la menor voluntad de resolver sinceramente el problema mediante las pláticas.
No tenemos ganas de conversar más con tal interlocutor.
Ni mucho menos nos hace falta un cara a cara con EE.UU. que vincula la sagrada RPDC con una entidad de tal calaña que es la Corte Penal Internacional (CPI).
Aunque se abra el diálogo bilateral en lo adelante, no habrá nunca el debate del problema nuclear, antes de que se incluya en su agenda la cancelación de la política hostil de EE.UU. para el mejoramiento de las relaciones con la RPDC.